Deficiencias de Vitaminas y su Relación con la Fatiga Crónica

La fatiga crónica es un trastorno que se caracteriza por una sensación de cansancio extremo que no mejora con el descanso y que afecta la calidad de vida de las personas que lo padecen.

Deficiencia de vitaminas y fatiga crónica

Aunque se desconoce la causa exacta de esta condición, se cree que puede estar relacionada con diversos factores, entre ellos, la deficiencia de ciertas vitaminas que son esenciales para el funcionamiento del organismo.

En este artículo, vamos a explicar qué vitaminas pueden estar implicadas en la fatiga crónica y cómo podemos obtenerlas a través de una alimentación equilibrada y, en algunos casos, de suplementos nutricionales.

¿Qué es la fatiga crónica?

La fatiga crónica, también conocida como síndrome de fatiga crónica (SFC) o encefalomielitis miálgica (EM), es un trastorno complejo y debilitante que se caracteriza por una fatiga persistente o recurrente que no se alivia con el sueño o el reposo y que interfiere con las actividades cotidianas.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que afecta a entre 10 y 20 millones de personas en el mundo, siendo más frecuente en mujeres que en hombres.

Los síntomas del SFC pueden variar de una persona a otra, pero además de la fatiga, suelen incluir los siguientes:

  • Dolor muscular o articular
  • Dolor de cabeza
  • Dolor de garganta
  • Ganglios linfáticos inflamados
  • Problemas de memoria o concentración
  • Alteraciones del sueño
  • Intolerancia al ejercicio
  • Sensibilidad a la luz, al sonido o a los olores
  • Cambios de humor
  • Depresión o ansiedad

La causa del SFC no se conoce con certeza, pero se cree que puede estar asociada a una combinación de factores genéticos, infecciosos, inmunológicos, ambientales y psicológicos. Algunos desencadenantes posibles son:

  • Infecciones virales o bacterianas
  • Estrés físico o emocional
  • Traumatismos o cirugías
  • Problemas hormonales
  • Alergias o intolerancias alimentarias
  • Exposición a tóxicos o contaminantes

No existe una prueba específica para diagnosticar el SFC, por lo que se basa en la evaluación clínica y en la exclusión de otras enfermedades que puedan causar síntomas similares.

El tratamiento del SFC se enfoca en aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes, mediante una combinación de medidas como:

  • Educación y apoyo psicológico
  • Terapias cognitivo-conductuales
  • Ejercicio físico adaptado y gradual
  • Técnicas de relajación y manejo del estrés
  • Medicamentos para el dolor, el sueño o el ánimo
  • Nutrición adecuada y suplementos vitamínicos

¿Qué vitaminas pueden estar relacionadas con la fatiga crónica?

Las vitaminas son sustancias orgánicas que el organismo necesita en pequeñas cantidades para realizar diversas funciones vitales, como el metabolismo energético, la producción de hormonas, la síntesis de proteínas, la formación de glóbulos rojos o el mantenimiento del sistema inmunitario.

Algunas vitaminas pueden ser sintetizadas por el propio organismo (como la vitamina D o la vitamina K), mientras que otras deben ser obtenidas a través de los alimentos o de suplementos (como las vitaminas A, C, E y las del grupo B).

La deficiencia de vitaminas puede provocar diversos trastornos de salud, entre ellos, la fatiga crónica. Algunas vitaminas que pueden estar implicadas en la fatiga crónica son:

Vitamina B12

La vitamina B12 es una vitamina hidrosoluble que participa en el metabolismo energético, la formación de glóbulos rojos, el funcionamiento del sistema nervioso y la síntesis del ADN.

La vitamina B12 se encuentra principalmente en alimentos de origen animal, como la carne, el pescado, los huevos o los lácteos. También se puede obtener de algunos alimentos fortificados o de suplementos.

La deficiencia de vitamina B12 puede causar anemia perniciosa, una enfermedad que se caracteriza por la disminución de glóbulos rojos y la alteración de los nervios. Los síntomas de la anemia perniciosa son:

  • Fatiga
  • Debilidad
  • Palidez
  • Mareos
  • Falta de aliento
  • Palpitaciones
  • Dolor de lengua
  • Pérdida del apetito
  • Náuseas o vómitos
  • Diarrea o estreñimiento
  • Hormigueo o entumecimiento en las manos o los pies
  • Problemas de equilibrio o coordinación
  • Confusión o demencia

La deficiencia de vitamina B12 puede deberse a una ingesta insuficiente, a una mala absorción intestinal (por ejemplo, por enfermedad celíaca, gastritis crónica, resección gástrica o uso prolongado de antiácidos) o a un aumento de las necesidades (por ejemplo, por embarazo, lactancia o enfermedades crónicas).

El tratamiento de la deficiencia de vitamina B12 consiste en administrar suplementos orales o inyectables de esta vitamina, según la gravedad del caso y la causa subyacente. La dosis recomendada varía según el individuo y el criterio médico, pero suele oscilar entre 500 y 2000 microgramos al día.

Vitamina D

La vitamina D es una vitamina liposoluble que interviene en la regulación del calcio y el fósforo, la mineralización ósea, la función muscular y el sistema inmunitario. La vitamina D se puede obtener de dos formas: a través de la exposición solar y a través de la alimentación.

La exposición solar es la principal fuente de vitamina D, ya que el organismo es capaz de sintetizarla a partir del colesterol cuando la piel recibe los rayos ultravioleta B. Sin embargo, hay muchos factores que pueden limitar la producción de vitamina D por esta vía, como:

  • La latitud geográfica
  • La estación del año
  • La hora del día
  • El uso de protector solar
  • El tipo y color de piel
  • La edad
  • La obesidad

La alimentación es una fuente secundaria de vitamina D, ya que hay pocos alimentos que contengan esta vitamina de forma natural.

Los alimentos más ricos en vitamina D son los pescados grasos (como el salmón, el atún o las sardinas), el hígado, el queso, la yema de huevo y algunos alimentos fortificados (como la leche, el yogur o los cereales). También se puede obtener vitamina D a través de suplementos.

La deficiencia de vitamina D puede causar raquitismo en los niños y osteomalacia en los adultos, dos enfermedades que se caracterizan por el reblandecimiento y deformación de los huesos. Además, la deficiencia de vitamina D se ha relacionado con otras condiciones como:

  • Osteoporosis
  • Fracturas óseas
  • Debilidad muscular
  • Fatiga crónica
  • Depresión
  • Infecciones respiratorias
  • Enfermedades autoinmunes

La deficiencia de vitamina D puede deberse a una exposición solar insuficiente, a una ingesta alimentaria inadecuada, a una mala absorción intestinal (por ejemplo, por enfermedad inflamatoria intestinal, enfermedad celíaca o cirugía bariátrica) o a un aumento de las necesidades (por ejemplo, por embarazo, lactancia o vejez).

El tratamiento de la deficiencia de vitamina D consiste en aumentar la exposición solar moderada y segura (entre 10 y 20 minutos al día sin protector solar) y mejorar la ingesta alimentaria o suplementaria de esta vitamina. La dosis recomendada varía según el individuo y el criterio médico, pero suele oscilar entre 800 y 4000 unidades internacionales al día.