Investigadores de la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos, han desarrollado una innovadora prueba que podría revolucionar el diagnóstico precoz del Alzheimer, una enfermedad neurodegenerativa que afecta a cerca de 7 millones de personas solo en ese país. Este avance, publicado en la prestigiosa revista Nature Medicine, se centra en identificar señales tempranas de la enfermedad mucho antes de que los síntomas sean evidentes, ofreciendo una ventana crucial para intervenciones que podrían ralentizar su progresión.
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El Alzheimer, conocido por su difícil detección en fases iniciales, se caracteriza por la acumulación anormal de dos proteínas en el cerebro: la beta amiloide, que forma placas, y la tau, que se agrupa en ovillos neurofibrilares. Estos ovillos son un marcador distintivo de la enfermedad y están directamente relacionados con el deterioro cognitivo.
La nueva prueba, basada en el análisis de biomarcadores en el líquido cefalorraquídeo, detecta la formación de estos ovillos de tau hasta una década antes de que sean visibles en exploraciones cerebrales tradicionales, como la tomografía por emisión de positrones (PET).
Un enfoque más temprano y preciso
A diferencia de métodos convencionales, como la exploración PET de tau —que utiliza un trazador radiactivo para visualizar la proteína en el cerebro—, esta prueba se realiza mediante una punción lumbar. Este procedimiento, aunque más invasivo que un análisis de sangre, permite identificar cambios sutiles en la proteína tau en etapas muy iniciales de la enfermedad.
Tharick Pascoal, uno de los autores principales del estudio, explicó que esta técnica podría ser más efectiva que las exploraciones cerebrales para captar los primeros signos del Alzheimer, cuando las intervenciones terapéuticas tienen mayor probabilidad de éxito.
Thomas Karikari, otro investigador clave del equipo, utilizó una analogía para ilustrar la relación entre las proteínas: “La beta amiloide es como una astilla y la tau es como una cerilla. Muchas personas tienen depósitos de beta amiloide sin desarrollar demencia, pero cuando los ovillos de tau se ‘encienden’, el deterioro cognitivo puede avanzar rápidamente”. Según Karikari, detectar la tau en sus etapas iniciales podría identificar a quienes están en riesgo de sufrir Alzheimer y permitirles beneficiarse de tratamientos emergentes antes de que el daño sea irreversible.
La esperanza de un diagnóstico accesible

Aunque esta prueba aún no ha sido aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), los investigadores son optimistas sobre su futuro. Actualmente, depende de una punción lumbar, un procedimiento que requiere personal médico especializado y puede generar incomodidad en los pacientes.
Sin embargo, el equipo de Pittsburgh está trabajando en simplificarla para convertirla en un análisis de sangre, lo que la haría más accesible, menos invasiva y adecuada para su uso rutinario en clínicas de todo el mundo.
La posibilidad de un análisis de sangre para el Alzheimer no es nueva, pero este estudio refuerza su potencial. Otros avances recientes, como los análisis de sangre que miden proteínas como la p-tau217 (reportados en estudios previos en JAMA Neurology), han mostrado una precisión de hasta el 95% en la detección de la enfermedad.
Si la prueba de Pittsburgh logra adaptarse a este formato, podría integrarse a los chequeos médicos regulares, especialmente para personas con factores de riesgo, como antecedentes familiares o primeros signos de pérdida de memoria.
Por qué importa la detección temprana
El Alzheimer es una enfermedad progresiva que, en sus primeras fases, puede pasar desapercibida. Los síntomas visibles, como olvidos frecuentes o dificultades para realizar tareas cotidianas, suelen aparecer cuando el daño cerebral ya es significativo.
Detectarla en etapas tempranas no solo permitiría a los pacientes y sus familias prepararse mejor, sino que también abriría la puerta a tratamientos que modifiquen el curso de la enfermedad. Medicamentos como el lecanemab, aprobado en algunos países para etapas iniciales, han demostrado ralentizar el deterioro cognitivo en un 27%, pero su eficacia depende de un diagnóstico oportuno.
En México, donde se estima que más de 1.3 millones de personas viven con Alzheimer o algún tipo de demencia, según datos de la Fundación Pasqual Maragall, un avance como este podría tener un impacto transformador. La detección precoz facilitaría el acceso a terapias y mejoraría la calidad de vida de los pacientes, al tiempo que aliviaría la carga emocional y económica de sus cuidadores.
Un paso hacia el futuro
El trabajo de la Universidad de Pittsburgh representa un rayo de esperanza en la lucha contra el Alzheimer, una enfermedad que sigue siendo un desafío global para la medicina moderna. Aunque aún quedan obstáculos —como la aprobación regulatoria y la adaptación a un formato más práctico—, este desarrollo subraya la importancia de la investigación científica para enfrentar una de las principales causas de discapacidad en adultos mayores.
Mientras tanto, casos conmovedores, como el de un hombre que se volvió viral por peinar con ternura a su suegra con Alzheimer, nos recuerdan la dimensión humana de esta enfermedad.
La combinación de avances tecnológicos y el cuidado personal puede marcar la diferencia en un futuro donde el Alzheimer deje de ser una sentencia inevitable y se convierta en una condición manejable.
