Descubre qué es el síndrome del comedor nocturno y cuales son las señales que revelan que padeces de «ataque de hambre nocturno» para poder dar con una solución efectiva a este trastorno alimenticio que puede desencadenar en la obesidad o el aumento de peso, entre otra serie de problemas de salud.
Esta problemática en la alimentación no es solo una costumbre que llame la atención, sino que se trata de una enfermedad alimenticia que ya ha sido identificada como tal, pero que no tiene el mismo alcance o gravedad como la bulimia o la anorexia, pero que sí puede tener repercusiones en el sobrepeso o la obesidad.
Que es un ataque de hambre nocturno
El síndrome del comedor nocturno es un trastorno del comportamiento alimentario que consiste en un desarreglo en la pauta temporal de la ingesta de alimentos: se consume muy poca cantidad en el primer tercio del día y se aumenta de forma desmesurada durante la noche, en forma de pequeñas pero frecuentes ingestas nocturnas. Se tiene una gran inapetencia durante la mañana y un enorme apetito durante la cena y por la noche.
Se diferencia de la bulimia en que no se producen comportamientos tendentes a la eliminación de lo comido (vómitos, laxantes, diuréticos,…) y en el momento de la ingesta, que es nocturna. Además, en la bulimia se suele comer a base de atracones, y en la enfermedad que estamos comentando se recurre a pequeños y frecuentes tentempiés.
También hay que diferenciarlo del denominado trastorno por atracón, ya que en éste se intenta calmar la ansiedad o se canaliza la euforia mediante pocas comidas pero muy copiosas, que además se producen en cualquier momento del día, y no sólo de noche.
Este desarreglo en la sincronía de la alimentación podría no tener excesiva relevancia si no fuera porque tiene ciertos efectos colaterales indeseados. En primer lugar, el hambre desaforada durante la noche supone la aparición frecuente del insomnio, debido a los frecuentes despertares para tomar refrigerios.
Dicho insomnio tiene las lógicas consecuencias para la vida diaria: cansancio durante el día, problemas laborales y riesgo durante la conducción, entre otros. Además, esta alimentación nocturna produce continuas digestiones a horas desacostumbradas, lo que perturba el sueño e incita a comer más, reforzándose así este irregular comportamiento alimentario y corriendo el riesgo de entrar en un círculo vicioso.
Consecuencias de este trastorno alimenticio
Pero, en segundo lugar, el ataque de hambre nocturno puede llevar a la obesidad, a pesar de que en general la ingesta total diaria no es mucho mayor por padecerlo. Así, mientras el porcentaje de comedores nocturnos en personas no obesas está en torno al 1,5%, sube hasta un 8 – 27% (según diversos estudios) entre los que sufren obesidad.
Otro dato que abona la tesis de la relación estrecha entre este síndrome y la obesidad es que la mitad de los obesos que tienen el síndrome del comedor nocturno tenían un peso normal antes de padecer este trastorno. Parece evidente, pues, que les llevó al sobrepeso y después a la obesidad. De todas formas, los expertos reconocen que son necesarios más estudios para conocer mejor la relación entre ambas variables.
Cómo identificar un ataque de hambre
Para saber si una persona sufre el síndrome del comedor nocturno, debe recurrir a la técnica del registro de alimentos, que consiste en anotar con todo detalle (alimento, cantidad, forma de preparación, hora… ) todo lo ingerido a lo largo del día. Esta técnica es muy valiosa para la nutrición clínica, y herramienta principal para luchar contra el padecimiento que nos ocupa, entre otros muchos.
Es necesario saber que si padeces de ataques de hambre nocturnos, esto si tiene un tratamiento, que debe ser multidisciplinar: el dietista, junto con el psiquiatra o psicólogo utilizarán el registro de alimentos realizado por el paciente para valorar la terapia a seguir. Para ello, es muy importante que se indique en el mencionado registro, junto a los datos anteriores, los sentimientos o sensaciones que se tenían en el momento de la elección o ingesta de cada alimento: tristeza, euforia, aburrimiento, etc.
De esa forma, el especialista puede inferir, para cada paciente, cómo se relacionan en él psique y alimentación, ya que en esa relación está gran parte de la raíz del problema.