Enfermedades autoinmunes, cáncer, obesidad: los nuevos peligros de los aditivos

Los aditivos son sustancias que se añaden a los alimentos para mejorar su sabor, color, textura, conservación o valor nutricional. Sin embargo, algunos de estos aditivos pueden tener efectos adversos para la salud, especialmente si se consumen en exceso o durante un largo periodo de tiempo.

En este artículo, vamos a ver cómo los aditivos pueden estar relacionados con el desarrollo de enfermedades autoinmunes, cáncer y obesidad, y qué medidas podemos tomar para reducir nuestra exposición a estas sustancias potencialmente nocivas.

¿Qué son las enfermedades autoinmunes?

Las enfermedades autoinmunes son aquellas en las que el sistema inmunológico, que normalmente nos protege de las infecciones y los agentes extraños, ataca por error a nuestras propias células y tejidos, causando inflamación y daño.

Algunas de las enfermedades autoinmunes más comunes son la diabetes tipo 1, la artritis reumatoide, el lupus, la esclerosis múltiple y la enfermedad celíaca.

¿Cómo pueden los aditivos provocar enfermedades autoinmunes?

Aunque las causas exactas de las enfermedades autoinmunes no se conocen con certeza, se cree que pueden estar influenciadas por factores genéticos, ambientales y dietéticos.

Entre estos últimos, los aditivos podrían jugar un papel importante, ya que pueden alterar el equilibrio de la microbiota intestinal, es decir, el conjunto de microorganismos que habitan en nuestro intestino y que participan en la digestión, la síntesis de vitaminas y la regulación del sistema inmunológico.

Algunos aditivos que podrían afectar a la microbiota intestinal son los emulsionantes, que se usan para mezclar ingredientes que normalmente no se mezclan bien, como el agua y el aceite; los edulcorantes artificiales, que se emplean para endulzar los alimentos sin aportar calorías; y los conservantes, que se añaden para evitar el crecimiento de microbios que puedan estropear los alimentos.

Estos aditivos podrían provocar una disbiosis intestinal, es decir, un desequilibrio entre las bacterias beneficiosas y las perjudiciales, lo que podría aumentar la permeabilidad del intestino y permitir el paso de sustancias extrañas al torrente sanguíneo.

Esto podría desencadenar una respuesta inmunológica excesiva y una inflamación crónica, que a su vez podría favorecer el desarrollo de enfermedades autoinmunes.

¿Qué son el cáncer y la obesidad?

El cáncer es un conjunto de enfermedades que se caracterizan por el crecimiento descontrolado de células anormales que invaden los tejidos y órganos cercanos o se diseminan por el organismo.

Algunos de los tipos de cáncer más frecuentes son el de pulmón, el de mama, el de colon y el de próstata.

La obesidad es una condición en la que hay un exceso de grasa corporal que puede afectar negativamente a la salud. Se considera que una persona tiene obesidad cuando su índice de masa corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso en kilogramos entre el cuadrado de la altura en metros, es igual o superior a 30.

La obesidad puede aumentar el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión arterial y algunos tipos de cáncer.

¿Cómo pueden los aditivos provocar cáncer y obesidad?

Algunos aditivos podrían tener efectos carcinogénicos o favorecer el desarrollo de tumores. Por ejemplo, los nitritos y nitratos, que se usan para conservar carnes procesadas como el jamón, el salchichón o las salchichas; los colorantes artificiales, que se emplean para dar color a los alimentos; y algunos antioxidantes sintéticos, que se añaden para evitar la oxidación de las grasas y los aceites.

Estos aditivos podrían formar compuestos químicos dañinos para el ADN, las proteínas y las membranas celulares, lo que podría provocar mutaciones, alteraciones en la expresión de los genes y la activación de vías de señalización que favorezcan el crecimiento y la supervivencia de las células cancerosas.

Por otro lado, algunos aditivos podrían contribuir al aumento de peso y la obesidad. Por ejemplo, los potenciadores del sabor, que se usan para intensificar el sabor de los alimentos; los edulcorantes artificiales, que podrían alterar el metabolismo de la glucosa y estimular el apetito; y los espesantes, que se emplean para dar consistencia a los alimentos.

Estos aditivos podrían interferir con las señales hormonales que regulan el hambre y la saciedad, lo que podría provocar un mayor consumo de calorías y una menor quema de energía.

Además, podrían afectar a la microbiota intestinal, lo que podría influir en la extracción y el almacenamiento de la grasa corporal.

¿Qué podemos hacer para reducir nuestra exposición a los aditivos?

La mejor forma de evitar los posibles efectos nocivos de los aditivos es consumir alimentos frescos, naturales y ecológicos, que no contengan o contengan una menor cantidad de estas sustancias.

También es importante leer las etiquetas de los productos procesados y envasados, y evitar aquellos que contengan aditivos con nombres o números desconocidos o sospechosos.

Asimismo, podemos optar por preparar nuestros propios alimentos en casa, utilizando ingredientes naturales y evitando el uso de salsas, condimentos o aderezos industriales. De esta forma, no solo reduciremos nuestra exposición a los aditivos, sino que también podremos controlar mejor la cantidad y la calidad de las calorías que ingerimos.

Finalmente, podemos complementar nuestra alimentación con probióticos y prebióticos, que son sustancias que favorecen el crecimiento y la actividad de las bacterias beneficiosas de nuestro intestino.

Los probióticos son microorganismos vivos que se encuentran en alimentos fermentados como el yogur, el kéfir o el chucrut. Los prebióticos son fibras vegetales que se encuentran en alimentos como el ajo, la cebolla, el plátano o la alcachofa.

Estas sustancias pueden ayudar a restaurar el equilibrio de la microbiota intestinal, lo que podría mejorar nuestra salud digestiva e inmunológica, así como prevenir o tratar algunas enfermedades relacionadas con los aditivos.