El aumento de peso suele relacionarse con malos hábitos alimenticios o con la falta de ejercicio. Sin embargo, hay un factor menos evidente que puede estar influyendo: ciertos medicamentos de uso común pueden favorecer la acumulación de kilos de manera silenciosa.

Esto no significa que sean dañinos en sí mismos, pues muchos resultan imprescindibles para tratar enfermedades crónicas o mejorar la calidad de vida. El problema es que sus efectos secundarios sobre el metabolismo, el apetito o la retención de líquidos suelen pasar inadvertidos y, con el tiempo, alteran el peso corporal.
Conocer qué fármacos tienen este efecto y de qué manera impactan en el organismo es clave para tomar decisiones más conscientes junto al médico tratante. En este artículo se presentan los principales medicamentos asociados al aumento de peso, los mecanismos que lo explican y las estrategias prácticas para reducir este impacto sin comprometer la salud.
Antidepresivos y ansiolíticos
Uno de los grupos de medicamentos más vinculados al aumento de peso son los antidepresivos. En particular, los antidepresivos tricíclicos y algunos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) pueden estimular el apetito o alterar el metabolismo de la glucosa. Con el tiempo, esto se traduce en un aumento gradual de peso, incluso si la dieta y la actividad física no cambian.
Los ansiolíticos, usados para controlar episodios de ansiedad o insomnio, también pueden influir al reducir la actividad física espontánea y al alterar los patrones de sueño, factores que terminan afectando el equilibrio energético.
Para reducir estos efectos, es importante no suspender el tratamiento por cuenta propia, sino hablar con el especialista sobre alternativas con menor riesgo de ganancia de peso, ajustar la dosis o reforzar los hábitos saludables.
Antipsicóticos
Los antipsicóticos atípicos, empleados en el tratamiento de esquizofrenia, trastorno bipolar y otros trastornos psiquiátricos, son conocidos por su capacidad de provocar aumento significativo de peso. Este efecto se asocia a cambios en la regulación del apetito y a una mayor resistencia a la insulina.
Medicamentos de este grupo pueden aumentar las ganas de comer carbohidratos o provocar somnolencia, reduciendo la actividad física. En estos casos, los médicos suelen monitorear el peso y recomendar programas de nutrición y ejercicio para contrarrestar los efectos. En algunos pacientes se considera el uso de antipsicóticos con un perfil metabólico más favorable.
Corticoides

Los corticosteroides, como la prednisona, son fármacos antiinflamatorios potentes utilizados para tratar asma, artritis, enfermedades autoinmunes y alergias graves. Aunque resultan efectivos, su uso prolongado puede provocar retención de líquidos, aumento del apetito y redistribución de la grasa corporal, especialmente en el abdomen y la cara.
Una de las estrategias para mitigar este efecto es emplear la dosis más baja posible durante el menor tiempo necesario. Además, acompañar el tratamiento con una dieta controlada en sodio y azúcares simples, junto a actividad física regular, ayuda a reducir la ganancia de peso.
Antidiabéticos
Algunos medicamentos utilizados para controlar la diabetes tipo 2, como la insulina y ciertos secretagogos, pueden favorecer la acumulación de grasa si no se acompañan de un plan alimenticio adecuado. Esto se debe a que mejoran la absorción de glucosa, pero al mismo tiempo pueden incrementar la sensación de hambre o promover depósitos de energía en forma de grasa.
No obstante, existen fármacos más recientes que, además de controlar la glucemia, tienen un efecto neutro o incluso beneficioso sobre el peso corporal. La elección depende siempre de la valoración médica individual.
Antihipertensivos
Algunos fármacos para la presión arterial alta, como ciertos betabloqueadores, pueden reducir el gasto energético al disminuir la frecuencia cardíaca y la capacidad de realizar ejercicio intenso. Esto contribuye a un aumento de peso gradual, especialmente si no se compensa con cambios en la dieta y el estilo de vida.
En muchos casos, el médico puede optar por otros antihipertensivos con menor impacto en el metabolismo, siempre que el cuadro clínico lo permita.
Anticonceptivos hormonales
Las píldoras anticonceptivas y otros métodos hormonales pueden provocar retención de líquidos y, en algunas mujeres, estimular un leve aumento de apetito. Aunque no todas las usuarias experimentan cambios en el peso, quienes lo hacen suelen notar un incremento en los primeros meses de uso.
Los especialistas recomiendan observar el cuerpo durante el primer año y, si el aumento es notable, evaluar junto al ginecólogo opciones alternativas o combinaciones de menor carga hormonal.
Estrategias para evitar el aumento de peso por medicamentos

Es importante subrayar que no se debe suspender nunca un tratamiento por cuenta propia, ya que esto podría tener consecuencias graves para la salud. Lo recomendable es trabajar en conjunto con el médico para encontrar un equilibrio entre el control de la enfermedad y la prevención de efectos secundarios.
Algunas medidas prácticas incluyen:
- Mantener un registro del peso corporal desde el inicio del tratamiento para identificar cambios tempranos.
- Adoptar una alimentación equilibrada, rica en verduras, frutas, proteínas magras y granos integrales, limitando azúcares y grasas procesadas.
- Incrementar la actividad física cotidiana, incluyendo caminatas, ejercicios de fuerza y actividades aeróbicas.
- Dormir lo suficiente, ya que el descanso regula el metabolismo y las hormonas del apetito.
- Consultar sobre la posibilidad de ajustar la dosis o cambiar a medicamentos con menor impacto metabólico.
- Acudir a revisiones periódicas para vigilar la glucosa, el colesterol y la presión arterial, especialmente en tratamientos prolongados.
El aumento de peso relacionado con medicamentos es un efecto secundario más común de lo que se piensa. En muchos casos, se desarrolla de manera silenciosa y solo se hace evidente después de meses o años de tratamiento. Reconocer qué fármacos pueden estar implicados, conocer los mecanismos que lo explican y aplicar estrategias preventivas son pasos esenciales para proteger la salud.
La mejor forma de enfrentarlo es mantener una comunicación abierta con el médico, sin suspender tratamientos necesarios, y comprometerse con un estilo de vida que incluya buena alimentación, ejercicio y control regular del estado general. El cuerpo puede adaptarse y encontrar su equilibrio incluso frente a los efectos secundarios, siempre que exista vigilancia y conciencia.