Quizás, cuando miras al pasado, sientes nostalgia por tu infancia, por la increíble felicidad que sentiste durante esos años y los buenos momentos que viviste. Pero también puede ser que tu infancia no haya sido precisamente un lecho de rosas, y no te guste recordarlo, ya que son heridas de infancia.
Independientemente, estas experiencias pueden determinar cómo criarás a tus hijos. Tu infancia se revela en tu personalidad y en el estilo de educación que asumes como padre. Todas estas experiencias, tanto positivas como negativas, te han moldeado como la persona que eres y determinan, en mayor o menor medida, cómo criarás a tus hijos.
Heridas en tu niñez, dichas en frases que usas al educar a tus hijos
Estos son los conceptos erróneos más extendidos que los padres aplican en la educación de sus hijos
“Mis hijos tendrán todo lo que yo nunca tuve.”
Esta idea es bastante común entre las personas que tuvieron problemas económicos durante su infancia, no pudieron tener los mismos juguetes que sus compañeros de clase o vestirse de la misma manera, y se sintieron despreciados o inferiores por esto.
Por lo tanto, al crecer, tienden a jurarse a sí mismos que sus hijos nunca pasarán por la misma experiencia, pero que tendrán todo lo que ellos nunca tuvieron.
Seguro que no tiene nada de malo comprar juguetes, ropa y lo que sea para tus hijos. Sin embargo, estos padres suelen cometer el error de pensar que todos estos objetos son suficientes para hacer felices a sus hijos.
Sin embargo, eso no es cierto. Demasiados juguetes anestesian a los niños. Más importante que los bienes materiales es que los niños pasen tiempo de calidad con sus padres y, sobre todo, que aprendan que son únicos y que no necesitan tener las mismas cosas materiales que los demás para ser felices.
Esta es la única manera de educar a un niño seguro de sí mismo, que sabe lo que quiere y que no está dispuesto a seguir a los demás sin pensar.
“Nunca le haré esto a mis hijos.“
Hay personas todavía atormentadas por traumas infantiles. Quizás fue el día en que los padres los avergonzaron frente a sus compañeros, o cuando no les compraron ese juguete soñado, o cuando optaron por cambiar de ciudad y escuela sin consultarlos.
Ese evento dejó una cicatriz tan grande y profunda en la persona, suficiente para asegurarse de que nunca le haría tal cosa a sus hijos.
El problema es que estos padres planifican su estrategia educativa basándose únicamente en lo que no deben hacer, tomando como modelo un trauma infantil que nunca superan.
Normalmente, este estilo educativo acaba dejando demasiada libertad al niño, ya que, por miedo a hacerle daño, los padres no establecen reglas y se hacen amigos de su hijo.
Evidentemente, no tiene nada de malo que los padres establezcan una relación con sus hijos basada en la amistad y la confianza, pero no deben olvidar que las reglas y normas son fundamentales para dar sentido al mundo de los niños.
Cuando un niño crece sin reglas, nunca sabrá qué se espera de él y aumentan las posibilidades de que desarrolle conductas difíciles.
“Si me bastó a mí, también le bastará a mis hijos.“
Muchos padres tienden a pensar que deben replicar las condiciones en las que crecieron en su infancia. Suelen ser personas que piensan que el carácter de los niños se forja mediante la experimentación, y cuanto más dura, mejor.
Estos padres imponen una educación autoritaria, marcada por limitaciones y reglas estrictas, convirtiendo la casa en cuartel militar.
Por supuesto, las normas son importantes para garantizar la convivencia en la familia, pero también es necesario que los niños sean libres y desarrollen su independencia y autonomía.
Además, no debemos olvidar que cada persona es diferente y, por tanto, las pautas educativas que funcionan con unos pueden resultar ineficaces con otros. Al mismo tiempo, es importante recordar que las condiciones sociales han cambiado, por lo que, lo que era normal hace apenas unas décadas, ahora puede ser anacrónico e incluso dañino para los niños.
“Mis hijos harán todo lo que yo no pude.”
Esta idea es común entre aquellos que no fueron apoyados por sus padres, quienes los obligaron a hacer algo que no querían. Como resultado, creen que han perdido la “oportunidad de su vida” y no pasan la página, pero continúan acumulando frustración y resentimiento.
Por ello, intentan conseguir una segunda oportunidad a través de sus hijos y animarles desde pequeños a hacer cosas que les agraden, inscribiendo a los niños en actividades extraescolares que solo interesan a los padres, no a sus hijos.
El niño definitivamente puede tener algo de potencial y talento en un área específica, pero puede no estar interesado y tener pasión por otra cosa. Insistir en esta dirección es cometer el mismo error que los padres, pero sin darse cuenta. Cada niño es único, y el papel de los padres es guiarlos para que descubran sus fortalezas y pasiones, pero deben ser ellos quienes decidan en qué dirección ir. Decidirlo tú por tus hijos, en cambio, significa quitar una oportunidad.
”Nunca permitiré que nada malo les pase a mis hijos.“
Los padres que tuvieron malas experiencias durante la niñez tienden a desarrollar un estilo de crianza sobre protector. Es comprensible, creen que el mundo es un lugar hostil y necesitan proteger a sus hijos. No quieren que sus hijos tengan las mismas experiencias, y tienden a eliminar todos los obstáculos en su camino, para asegurarse de que tengan una infancia idílica.
Obviamente, no debemos traumatizar a los niños ni exponerlos a riesgos innecesarios, pero no debemos olvidar que la resiliencia se desarrolla solo ante situaciones difíciles. Esto significa que cuando hay un problema, en lugar de ocultarlo y solucionarlo, los padres deben alentar al niño a encontrar soluciones y tomar decisiones.
Este es el mejor regalo que les puedes hacer, porque así les das las herramientas psicológicas que necesitan para afrontar los retos de la vida, que probablemente serán muchos y de los que no siempre podrás protegerlos.
Aprende a pasar la página de la niñez traumática
Muchas de estas actitudes, que se reflejan en el estilo educativo de los padres, esconden una herida que no ha cicatrizado. Estos padres no son capaces de hacer las paces con su infancia, con las experiencias, decisiones y comportamientos de sus padres. En consecuencia, todavía llevan la influencia, a menudo sin darse cuenta, y piensan que están ayudando a sus hijos.
Para eliminar estas ideas limitantes, el primer paso es tomar conciencia de su existencia y entender cómo expresarte a través de tu relación diaria con tus hijos. Entonces debes dejar que las heridas cicatricen, soltar el resentimiento. Verás que, poco a poco, asumirás la crianza de tus hijos desde una perspectiva diferente.