Sanguíneo, colérico, flemático y melancólico: todos forman parte de la antigua teoría del temperamento escrita por el médico griego Hipócrates en el año 400 a. C. Hoy en día se utilizan principalmente en psicología cotidiana y antroposofía y permiten una descripción simple del carácter humano.
Existe una clasificación básica en cuanto al temperamento. Éste guarda relación con el carácter de la persona, carácter que viene dado desde la concepción. Cuántas veces hemos escuchado a las mamás decir «Es que mi hijo ya nació con personalidad«, y es que comportamientos que ya mostramos desde pequeños determinan la forma de ser cuando somos adultos.
Los cuatro temperamentos del ser humano
Es importante decir que todos llevamos los cuatro temperamentos dentro de nosotros y generalmente dos son más pronunciados que los otros. También hay personas que están completamente «equilibradas» y en las que, en consecuencia, los cuatro temperamentos aparecen casi por igual. Quizás tú mismo, si lees las descripciones de sanguine, choleric y Co. a continuación, no puedes evitar encontrarte de diferentes maneras.
1. Temperamentos sanguíneo
Las personas en las que predomina este temperamento son inquietas, nerviosas, expresivas, sociables, se distraen con facilidad, son sensibles a los estímulos, adaptables, generalmente extrovertidas y optimistas.
2. El melancólico
Estas personas suelen tener una mirada profunda y bonita, son tímidos, introvertidos, les gusta conversar cuando están en un entorno conocido, son sensibles y las cosas les duelen con facilidad.
Profundizan en lo que les interesa o preocupa, a veces son indecisos, se ofenden fácilmente y pueden estar tristes sin razón aparente.
Las personas melancólicas son muy sensibles. Como niños, a menudo se sienten mal entendidos o no reconocidos, especialmente cuando sus padres tienen un temperamento diferente o son poco dóciles.
Mientras que un adulto sanguíneo o un flemático sigue siendo «soportable», el colérico puede dificultarle la vida a los pequeños melancólicos.
3. Temperamento colérico
El temperamento colérico pertenece a la persona que desafía, que pisa fuerte, que está segura de sí misma. Da la sensación de que «donde pone el ojo pone la bala», tiene buena capacidad de atención, rasgos de liderazgo y se enfrenta a los conflictos sin temor, aunque en su vertiente más negativa puede ser explosivo y controlador.
A los coléricos les gusta criticar, pero a veces les resulta difícil criticarse a sí mismos. El pequeño colérico aboga por otros niños y está siempre dispuesto a cometer errores. Es muy sensible a la injusticia, incluso si es un pedazo de pastel demasiado pequeño. Los padres están invitados a buscar un camino justo junto con el niño, que el niño siente como tal.
4. El flemático
Esta persona es tranquila y suele ser leal. Calmada, nunca tiene prisa, le gusta comer y dormir, está a gusto con la rutina y no le atraen los cambios. Es una persona meticulosa y toma su tiempo para hacer las cosas.
Los niños con inclinaciones flemáticas son muy habituales en el amor. A ellos no les gustan los cambios y les puede llevar un tiempo acostumbrarse a cosas nuevas. A veces se sienten realmente cómodos con el estrés, lo que puede desafiar a los padres cuando las cosas necesitan dar un giro.
Aunque pueda parecer que un flemático es tal vez menos despierto que un sanguíneo, los temperamentos no tienen nada que ver con la inteligencia, sino con las preferencias y reacciones emocionales ante la vida (Albert Einstein, por ejemplo, era flemático).
Es importante recordar que el temperamento de cada cual es simplemente una guía práctica para reconocer nuestro carácter básico y saber qué estímulos o formas de resolver conflictos son más apropiados en cada caso, pero podemos simultanear rasgos de dos, o incluso tres, temperamentos, y también podemos, a lo largo de nuestra vida, poner más énfasis sobre unos rasgos que sobre otros.
Cuánto más trabajemos y desarrollemos nuestra vida emocional, menos estáticos seremos y más conscientes de que nuestras necesidades, y las de nuestro entorno, están en continua evolución.