Las emociones positivas, como la ciencia ha demostrado, fortalecen el sistema inmunitario y guardan una estrecha relación con la forma de reaccionar ante los hechos de la vida.
Las emociones positivas son una prueba fehaciente de que “lo bueno atrae a lo bueno”, una sencilla, pero, efectiva fórmula lógica ante la vida. Esta teoría aplica en cada uno de los ámbitos del quehacer humano, incluso en el de la salud. Por eso se dice que, las reacciones psicofisiológicas adecuadas, benefician al sistema autoinmune. Y más allá de eso, todas las acciones que un individuo emprenda en su vida, están relacionadas con ese mecanismo de respuesta ante los estímulos.
Desde el punto de vista de la ciencia, investigaciones recientes señalan que el cerebro y el sistema inmunológico mantienen un diálogo constante. Y, a través de las emociones, se ha logrado conocer mucho más acerca de cómo funciona nuestro cuerpo, protegido por dicho mecanismo. Este lo defiende contra las infecciones, al atacar a los gérmenes y nos ayuda a mantenernos sanos. Así, por medio de una reacción bien organizada de los antígenos, nuestro organismo arremete contra los patógenos invasores.
Esto provoca ciertas respuestas estrictamente fisiológicas de parte del organismo. Pero, las mismas se ven alteradas, dependiendo de las circunstancias, lo que se conoce como la química del estrés. Para entender este mecanismo, se analizaron los resultados de una investigación pionera realizada por el doctor George Solomon, en 1998. En ella, se relacionaron: la tensión, las emociones y la respuesta inmune. La evaluación comenzó a los 11 días de ocurrido un gran sismo y culminó 4 meses después.
La química del estrés
Entre los parámetros considerados estaba el efecto del trastorno de la vida normal ocasionada por el terremoto. Esto incluía si había ocurrido pérdida de un familiar, vivienda o vehículo. Además de la alteración de actividades relativas al colegio de los niños o del sitio de trabajo, entre otros.
También, la capacidad de afrontarlos como una respuesta del sistema inmune en función del tiempo. Se compararon aquellos que habían tenido variados niveles de alteración de la existencia y, los que habían sufrido distintos grados de disturbio, en el orden emocional.
A cada uno de estos grupos se les añadió el parámetro relacionado con la respuesta inmune. La clasificación fue la siguiente:
- Primer grupo. O grupo de control, fueron la base del experimento. Aquellos que tuvieron un leve trastorno en la vida y que, a su vez, no presentaron una gran alteración emocional. La respuesta inmune de estos, lógicamente, fue buena.
- Segundo grupo. Formados por quienes sufrieron poco trastorno de la vida cotidiana, pero que estaban muy estresados. Estos presentaron una baja en su respuesta inmune. Se trata de las personas que se preocupan por todo. Y, aunque, el sismo u otras situaciones no las afecte directamente, tienden a magnificar los problemas. Lo que, causa una disminución de la actividad inmunitaria.
- Tercer grupo. Estaba compuesto por personas con bajo distrés y un alto trastorno de la vida. Y a pesar de que se esperaba lo contrario, fue el grupo con la menor alteración inmunológica. Se trata de aquellos individuos con dificultad para expresar sus emociones, autocontrolados, o que, simplemente, niegan las circunstancias que están viviendo.
- Cuarto grupo. Fue integrado por individuos en alto distrés a causa de que, efectivamente, el sismo introdujo un elevado trastorno en sus vidas. De manera paradójica, estas personas mostraron una respuesta inmune normal, similar al grupo de control. Aunque expresaban una respuesta emocional elevada, acorde a las pérdidas sufridas.
Las emociones positivas y la forma adecuada de responder
Los resultados de este experimento fueron fundamentales. De aquí concluimos que, cuando el individuo responde emocionalmente, de acuerdo a la situación vivida, no hay problema con el sistema inmune. Si una persona sufre la pérdida de un ser querido o de sus bienes materiales. Si fue testigo de una tragedia o vio morir a sus seres queridos, en este caso como consecuencia del sismo. Y a causa de ello sufre un disturbio emocional, la respuesta inmunológica conoce que esta es la reacción normal ante un hecho irregular.
No hay nada bueno o malo con las emociones. Todas las funciones del cuerpo están bajo su influencia. Estas no se catalogan, porque ellas son la vida misma. Lo dañino es la adicción a ellas. Hoy en día, ya se sabe que frente a cada emoción, el ser humano produce un neurotransmisor diferente y ahora se investiga la posibilidad de generar un lenguaje psicoemocional.
Acciones acordes con el patrón de las emociones positivas
Existen personas que tienden a victimizarse. Y que dicen, por ejemplo: “¿Por qué me ocurrió eso?”, “¿Por qué esto me pasa solo a mí?”. Esta posición es mala para el sistema inmune. La razón es que el individuo en cuestión, se hace adicto a tal emoción. De allí la necesidad de tener cuidado con las respuestas emocionales. Una actitud positiva, sería responsabilizarse o asumir con entereza lo que le pasa. Y, sobre esa base, trabajar para que el evento no se repita en el futuro.
La conclusión más importante sobre el estudio de las emociones positivas, es que se debe expresar la agitación o el trastorno adecuado a las circunstancias que se están viviendo. Si usted tiene un distrés emocional, porque algo serio le está ocurriendo, el sistema inmune lo entenderá. Y, por ende, activará su respuesta y colaborará para que usted no se enferme. No se sienta obligado a ocultar su tristeza o angustia, ni a tener pensamientos positivos ilógicos, que no van acordes con la situación.