Diez formas en las que el estrés engorda y aumenta la diabetes

Durante las últimas dos décadas se han realizado una gran cantidad de estudios que demuestran que el estrés causa tanto la obesidad como la diabetes de diversas formas. Los estudios también muestran que el estrés dificulta la pérdida de peso.

El estrés puede ocasionar diabetes

Esta es una de las razones por las que algunas personas parecen no poder perder peso sin importar qué tan bien coman o cuánto hagan ejercicio. Creo que el estrés es uno de los factores más importantes, aunque más a menudo ignorado, que impulsa la epidemia de diabetes.

El estrés es un problema mayor de lo que cree

Al escuchar el término «estrés», la mayoría de las personas solamente piensan en el estrés psicológico. Y al preguntarles qué situaciones podrían causar estrés, es posible que respondan cosas como perder un trabajo, tener una pelea con su pareja, o conducir entre el tráfico.

Si bien es cierto que las adversidades y desafíos psicológicos como estos son factores estresantes considerables, muchas personas no toman en cuenta que el estrés también es causado por problemas fisiológicos, como:

  • Insomnio
  • Infecciones crónicas
  • Inflamación
  • Enfermedades autoinmunes
  • Toxinas del ambiente
  • Dietas
  • Exceso de ejercicio

Incluso si tus niveles de estrés psicológico son bastante bajos, cualquiera de las condiciones enumeradas anteriormente puede provocar una reacción de estrés crónico en tu cuerpo. Y como veremos en la siguiente sección, el estrés crónico puede incluso hacerte subir de peso y hasta volverte diabético.

Diez maneras en las que el estrés podría hacerte subir de peso y 

Cuando el estrés se vuelve crónico y prolongado, el hipotálamo se activa y hace que las glándulas suprarrenales liberen una hormona llamada cortisol. El cortisol normalmente se libera a un ritmo específico durante el día.

Debe ser alto por las mañanas cuando te despiertas (esto es lo que te ayuda a levantarte de la cama y empezar el día) y disminuir gradualmente a lo largo del día (para que te sientas cansado a la hora de acostarte y puedas conciliar el sueño).

Investigaciones recientes muestran que el estrés crónico no sólo aumenta los niveles de cortisol absoluto, sino que también altera el ritmo natural del cortisol. Y esta alteración en el ritmo del cortisol es lo que causa tantos estragos en tu cuerpo. Estos son algunos de sus efectos:

  • Eleva el azúcar en sangre.
  • Dificulta que la glucosa ingrese a las células.
  • Te hace sentir hambriento y te da antojos de azúcar.
  • Reduce tu capacidad para quemar grasa.
  • Suprime el eje HPA, lo que provoca desequilibrios hormonales.
  • Reduce tus niveles de DHEA, testosterona, hormona del crecimiento y TSH.
  • Hace que tus células sean menos sensibles a la insulina.
  • Aumenta la grasa del vientre y hace que el hígado se vuelva grasoso.
  • Aumenta la velocidad a la que almacenas grasa.
  • Aumenta el nivel de ácidos grasos y triglicéridos en la sangre.

Cada una de estas consecuencias por sí sola podría hacerte engordar y promover el desarrollo de diabetes, pero acumuladas son casi una receta perfecta para la presencia de diabetes.

Nuestros cuerpos no están hechos para resistir el estrés crónico

Una de las razones por las que el estrés crónico es tan destructivo es que nuestros cuerpos no evolucionaron para lidiar con él. Solamente estamos preparados para manejar bastante bien el estrés agudo a corto plazo. 

En la era paleolítica, esta situación podría haberse dado al ser perseguido por un león o al estar cazando para tener nuestra próxima comida. De hecho, este tipo de estrés puede incluso ser beneficioso para nuestro cuerpo, ya que mejora nuestra capacidad de reacción ante las adversidades de la vida.

Sin embargo, no estamos adaptados para tolerar el estrés crónico que se ha vuelto cada vez más común en la vida moderna. Este tipo de estrés provoca sentimientos de desesperanza e impotencia, algo que los psicólogos llaman una «respuesta de derrota». 

Y es esta respuesta de derrota la que conduce a un mayor almacenamiento de grasa, obesidad abdominal, degradación de los tejidos, supresión del sistema inmunológico y todos los otros efectos que se enumeraron anteriormente que causan directamente obesidad y diabetes.

Una mirada más cercana al insomnio, la dieta y el ejercicio

Echemos un vistazo más de cerca a tres factores estresantes que muy menudo pueden hacernos engordar y aumentar nuestras probabilidades de padecer diabetes: el insomnio, la alimentación y el ejercicio.

Más de un tercio de las personas en E.E.U.U. sufren de insomnio, habiendo más de 42 millones de prescripciones de medicamentos para dormir en 2007. Varios estudios muestran que la falta de sueño eleva el cortisol y aumenta las probabilidades de engordar y desarrollar diabetes.

Un artículo muy reciente mostró que restringir el sueño a 5 horas por noche durante solo una semana reduce significativamente la sensibilidad a la insulina. Otro estudio realizado a principios de este año mostró que incluso una noche sin dormir aumentaba el apetito en adultos jóvenes y sanos. 

Se estima que entre el 50 y el 60% de los estadounidenses llevan una dieta en un momento dado. Este es un número muy grande. Y aunque puede parecer ilógico que llevar una dieta determinada contribuya a la obesidad y la diabetes, hace más sentido cuando se comprende que la dieta es un factor de estrés que interrumpe nuestro ritmo de cortisol.

Un estudio de 2001 mostró que la «restricción dietética cognitiva» (estresarse por la comida o tener dietas demasiado restrictivas) eleva los niveles de cortisol. Estudios también han demostrado que la restricción calórica, que es común en las dietas bajas en grasas, aumenta los niveles de cortisol.

Finalmente, aunque no es común en la población general, hacer demasiado ejercicio también puede predisponerte al aumento de peso y a la diabetes. Ya que eleva los niveles de cortisol, descompone el tejido muscular y aumenta el almacenamiento de grasa. 

Esto sobre todo si los niveles de cortisol ya estaban elevados o alterados por otros factores estresantes como infecciones intestinales, insomnio, toxinas alimentarias o factores psicológicos. No es raro (al menos en la subcultura paleo / fitness) encontrar a personas que se alimenten bien y ejerciten su cerebro, pero que aún así no pueden perder peso.

Por lo tanto, si tienes dificultades para controlar tu peso o el azúcar en la sangre, no hagas dieta, duerme lo suficiente y tómate con calma el ejercicio. De esta manera estarás mucho mejor.