Queremos que alguien se haga responsable de nuestra seguridad, bienestar material y felicidad. O ellos mismos tienden a asumir una responsabilidad excesiva por el otro.
Estar juntos no significa atarnos
En una relación sana, cada participante es el principal responsable de su propia condición y de la satisfacción de sus necesidades (materiales, emocionales y existenciales), sin intentar asumir de más o traspasar la responsabilidad a otro. Todo el mundo es responsable ante todo de sí mismo, pero en una relación de pareja con ataduras, este principio se ve seriamente afectado.
Responsabilidad confusa
En una relación de dependencia, la responsabilidad se confunde. Queremos que alguien se haga responsable de nuestra seguridad, bienestar material y felicidad. O ellos mismos tienden a asumir una responsabilidad excesiva por el otro.
En algunos aspectos, esto se manifiesta en la distribución de responsabilidades. Por ejemplo, una mujer espera que un hombre la mantenga económicamente y le brinde apoyo, y para ello será responsable de la casa, la vida cotidiana y los niños; este es un ejemplo típico de responsabilidad confusa, aunque tan generalizada que es casi una variante de la norma.
En casos más graves, transferimos la responsabilidad de todos los aspectos de nuestro bienestar a nuestra pareja, o asumimos nosotros mismos la responsabilidad de salvar al otro. O, lo que también es bastante común, ambos al mismo tiempo. Por ejemplo, una mujer puede intentar salvar a su marido alcohólico durante años.
Los límites son borrosos
En una relación sana, somos sensibles a los límites psicológicos y físicos de nuestra pareja y podemos afirmar nuestros límites. Sentimos cuando nuestras acciones o palabras traspasan los límites de lo que es aceptable para la otra persona.
Al mismo tiempo, nosotros mismos somos muy conscientes de nuestros límites y somos capaces de decir «no» en el momento en que no nos gusta lo que la otra persona está haciendo o diciendo.
Este principio funciona igual en todas las áreas. En el campo de las relaciones sexuales, es la capacidad de decir “no” de manera oportuna si una pareja ofrece algo que no nos conviene. En los negocios, es nuestra capacidad para defender nuestro punto de vista en una relación con un socio comercial.
En una relación de dependencia, los límites se difuminan. Perdemos la capacidad de entender dónde termina mi territorio y comienza el territorio de otra persona. Se forma una fusión, en la que a menudo seguimos uno de dos escenarios: o sacrificamos nuestras necesidades e independencia y perdemos la capacidad de decir que no, y luego nuestros límites se violan sistemáticamente; o nosotros mismos, al no encontrar resistencia, violamos cada vez más los límites de otra persona y la privamos del derecho a la independencia. Estos procesos destructivos se desarrollan gradualmente y pueden llegar muy lejos, hasta la completa pérdida de fronteras.
Un problema de jerarquías en la relación
En una relación sana, todo es muy simple: se construyen en pie de igualdad, desde la posición «adulto – adulto». La mayoría de las veces, los participantes en tales relaciones logran respetar a su pareja, cuentan con su opinión. En tal relación, siempre estamos de acuerdo como dos adultos independientes. Nos vemos obligados a buscar un compromiso, aunque esto no siempre es agradable.
En una relación dependiente y con ataduras, se produce la polarización. Los roles de los niños y los padres están incluidos en nosotros: uno de los cónyuges asume el papel de un niño indefenso y débil, el segundo se convierte en un adulto fuerte y afectuoso.
Al principio, tal juego puede ser bastante agradable y emocionante: el cónyuge dominante siente su poder y fuerza, el subordinado, seguridad acogedora y la ausencia de la necesidad de decidir nada, porque el «jefe» se encargará de todo. Pero si tal distribución de roles se vuelve fija y crónica, entonces se construye una rígida jerarquía de dominación-subordinación en la relación.
En tales condiciones, un adulto se convierte en agresor y un niño en víctima. Una mano fuerte comienza muy rápidamente no a defender, sino a lisiar, porque el cónyuge inferior ha perdido la capacidad de defender sus límites, y el superior, sin encontrar resistencia, ya no puede hacer frente a una agresión incontrolada. Así se desarrolla la violencia física doméstica en las relaciones familiares y la violencia psicológica en las amistades y los negocios.
Poner límites a la dependencia y las ataduras
Por supuesto, difícilmente existe una relación perfectamente sana en la que todos los parámetros estén alrededor de +10. Hasta ahora, lamentablemente, no hemos conocido tal relación. Pero si estás viviendo una relación en donde las ataduras no te permiten ser tú mismo, y has empezado a notar que dejas