Las visitas a la naturaleza curan el cuerpo y el alma

El poder curativo de la naturaleza es de interés para cada vez más investigadores. Permanecer en la naturaleza tiene un efecto calmante. La presión arterial baja y la memoria mejora. Quizás el verde natural pueda actuar como una cura para el estrés.

En un estudio realizado por Cecilia Stenfors junto con investigadores de la Universidad de Chicago y la Universidad de Michigan en los EE. UU., así como la Universidad de Columbia Británica en Canadá, los investigadores examinaron cómo el rendimiento cognitivo y el estado de ánimo se vieron afectados por diferentes tipos de entornos e impresiones naturales, en comparación con los urbanos.

Visitas a la naturaleza y sus efectos físicos y psicológicos

Los investigadores encontraron que las estancias en la naturaleza tenían efectos positivos en el rendimiento cognitivo, pero también las imágenes podían tener un impacto positivo hasta cierto punto.

Más de 500 participantes participaron en los subestudios experimentales. Algunos de los participantes fueron evaluados antes y después de una visita a un área verde, como un parque o una reserva natural. Otros pudieron ver una presentación de diapositivas de entornos naturales, un video de la naturaleza o una estadía en un entorno natural virtual.

A los participantes de la prueba se les permitió realizar la prueba en otra ocasión antes y después de haber vivido o visto entornos urbanos. Además de estimar cómo les estaba yendo, también se sometieron a una prueba de memoria, Backwards Digit Span, diseñada para medir la capacidad de memoria de trabajo del cerebro.

La naturaleza mejora nuestra memoria

Tanto las emociones como la capacidad de memoria mejoraron significativamente en aquellos que han estado en la naturaleza.

Cuanto más verde, mejor: a los que han estado en un parque les fue mejor que a los que han estado en un entorno urbano.

El mejor efecto sobre la memoria de trabajo se observó entre aquellos que han estado en una reserva natural durante mucho tiempo. Los efectos fueron mayores en las personas con más fatiga mental y depresión, dice Cecilia Stenfors, quien investiga todos los días en el Departamento de Psicología de la Universidad de Estocolmo, el Centro de Investigación sobre el Envejecimiento del Instituto Karolinska y la Universidad de Chicago en los EE. UU.

Se han llevado a cabo estudios similares en la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas, SLU, en Umeå. Ann Dolling lleva mucho tiempo realizando investigaciones interdisciplinarias en ecología forestal, psicología ambiental y medicina sobre la interacción entre los entornos forestales y la salud humana.

Ella y sus colegas de investigación investigaron cómo la naturaleza afectaba a las personas que estaban de baja por enfermedad debido a síntomas de agotamiento. Dos veces por semana, los participantes fueron llevados al bosque durante tres meses. No se les permitía recoger bayas ni setas (está asociado con el rendimiento), pero solo estarían en el bosque durante unas pocas horas.

El contacto con la naturaleza reduce la presión arterial y la fatiga mental

40 minutos en el bosque fueron suficientes para que el ritmo cardíaco y la presión arterial bajaran. El efecto llegó rápidamente. Pero eso no significa que se hayan vuelto completamente saludables. Se necesita mucho más tiempo para recuperarse de una depresión por fatiga, dice Ann Dolling.

Además de que los investigadores tomaron la frecuencia cardíaca y midieron la presión arterial antes y después de las visitas al bosque, también se realizaron entrevistas en profundidad con los participantes. Todos expresaron que se sentían más tranquilos y se sentían mejor después de estar en el bosque.

Algunos también habían tenido tiempo de pensar en sus vidas. Alguien reflexionó en cambiar de trabajo y no volver a lo que los dejaba exhaustos. Hubo tiempo para la reflexión en un entorno que les permitió descansar: la naturaleza.

La naturaleza es un lugar con los estímulos justos. El cerebro puede relajarse. Existe la teoría de que evolucionamos de la naturaleza y que nuestro cerebro está adaptado al medio ambiente, y no a la sociedad que hemos construido.

Los fractales naturales, es decir, los patrones que se repiten en árboles, hojas, etc., también pueden tener un efecto que le dice a nuestro cerebro que estamos en casa, dice Ann Dolling.