Los pasos que no damos también dejan huellas

Aquel paso que no me atreví a dar, esa palabra que no expresé y el plan que no ejecuté, también dejan una huella imposible de borrar.

Por qué los pasos que no damos pueden también dejar huella

Si tu día a día se caracteriza por una cadena de sucesos que, a pesar de que no te gustan, tampoco te animas a buscarles una solución, aunque sea en forma de negociación por temor o porque sencillamente no crees que valga la pena ponerle los correctivos necesarios, estás ahogado en la inacción.

El no participar de forma activa en los episodios de nuestra vida no nos resta responsabilidad frente a lo que se puede presentar. En materia legal, es tan culpable quien lleva a cabo un crimen como aquel que mira el acontecimiento transcurrir ante sus ojos y decide callar o no denunciar por temor a represalias o porque siente en lo más profundo de su ser que no es su problema, ni es culpable.

De hecho, aquellos que son testigos de un crimen y no dan aviso a las autoridades, son considerados también culpables a los ojos de la ley.

La inacción es una acción mal enfocada:

Pueden ser innumerables los motivos que impulsan a ciertas personas a negarse a participar de manera activa en los procesos de la cotidianidad para sí mismos o con los demás pero esto no le resta responsabilidad.

Si una persona es víctima constante de un acosador o de algún tipo de maltrato y no emprende ninguna acción para evitarlo o para defenderse a sí misma, se convierte también en un culpable de lo que está pasando por no buscar las posibles soluciones que pongan fin a ésta situación.

En casos como estos, suelen ser culpables tanto el perpetrador como la víctima que decide serlo al permitir que está situación siga manteniéndose en el tiempo.

La pasividad no te libera de culpas, por el contrario, tienes un nivel de culpabilidad similar al otro.

La culpa o la responsabilidad recaen en aquel que, teniendo el acceso a las herramientas, no las maneja para solventar la problemática, al contrario, decide callar para no involucrarse.

Es un acto de debilidad y cobardía tremendo el no intervenir para no ser partícipe de una situación en la que quizás tu grano de arena contribuirá a la obtención de una solución.

No actuar por miedo o temor

huellas que se quedan marcadas

Algunos se paralizan ante el miedo que les produce enfrentar ciertos eventos por temor a lo que les pueda suceder o ante la posibilidad de perder algo.

El miedo a lo desconocido y a las consecuencias que pueda desencadenar determinada acción suele determinar en que muchos opten por la inacción como solución ante aquellos hechos que de forma inminente afectan sus vidas.

En distintas ocasiones, por temor a perder un empleo bien remunerado o que realmente te guste, es posible que llegues a permitir que tu jefe te maltrate de forma psicológica o que te irrespete como ser humano. Ésta decisión, aunque más adelante te desate incomodidades, puede llegar a frustrarte como persona y a mermar tu autoestima.

La tomas con la finalidad de no arriesgarte a ser despedido si te defiendes, te quejas o exiges respeto. Te niegas rotundamente a dar ese paso partiendo de la base de que si no actúas, nada pasará, pero tu inacción tarde o temprano te cobrará factura.

Cada acción que se emprenda, por más pequeña que sea, terminará por afectar a otros y a ti mismo de forma positiva o negativa, pero el no hacer nada, también lo hará, lo cual deja sin sentido el esconderte detrás de los miedos sin sentido, basados en acontecimientos que ni siquiera han sucedido.

Aislarse del mundo y quedarte encerrado en tu casa por temor a que algo pueda sucederte en el exterior y acabar con tu vida no es solución si tu miedo es a la muerte puesto que puede acontecer algo dentro de tú misma casa que te quite la vida.

Las excusas:

Para justificar nuestros comportamientos o algunos de los pasos que no damos, en ocasiones, empleamos excusas que no son más que el enmascaramiento de aquello que abiertamente decidimos no hacer.

Salvo casos excepcionales, originados por situaciones que escapan de nuestro control, el motivo por el que no llevamos a cabo alguna tarea que es de nuestra responsabilidad o ejecutamos el conjunto de medidas que llevan a la solución de alguna problemática, es porque de forma consciente no completamos el proceso requerido.

Nos excusamos por vergüenza a reconocer que hice todo por no emprender la acción que debía y mi inacción en este caso también dejó una huella difícil de borrar.

¿Te has preguntado en qué te ayudan las excusas? ¿Qué finalidad encierra la no actuación?

Las excusas o la falta de conexión con el presente, con la acción, en nada contribuyen con la vida, por el contrario, te restan. Ser el espectador de tu propia vida sin intervenir te convierte en un ser similar a un árbol.

Requiere de mucha valentía asumir las riendas de tu propia vida y tomar la responsabilidad de tus aciertos y desaciertos pero de eso se trata de caminar, tropezarte, caer y volver a levantarte.

Si no actúas por miedo a equivocarte o a cometer errores que te alejen de tus metas o de las personas que quieres, puede suceder que de igual forma tu falta de acción e interés contribuyan a que termines por perderlos.

Lo peor que te puede pasar es que te equivoques, y te puedo asegurar que siempre existen otros caminos u opciones y las cosas se pueden solucionar. Siempre existe la posibilidad de equivocarnos pero la vida, día tras día, también te brindará nuevas oportunidades para recomenzar. Todo depende de ti, de la actitud que adoptes.

Sólo tú tienes la capacidad y la libertad para elegir y construir la realidad diariamente, así como la cantidad de pasos que decidas dar para dejar tus propias huellas y marcar tu camino.

Si el temor a equivocarte te paraliza, piensa en que también cuentas con grandes posibilidades de que todo salga bien.