Es común encontrar a lo largo de nuestra vida personas que se bloquean constantemente a sí mismos por causa del miedo. Esto podemos encontrarlo en cierta medida en cada uno de nosotros: el miedo es libre, natural y propio de cualquiera que se enfrente a desafíos de vivir. Sin embargo cuando éste es un obstáculo, debemos aprender a perder el mismo y comenzar a vivir más plenos.
Cómo empezar a perder el miedo a vivir
En tal sentido, es importante que el miedo se asuma como una emoción más, que se le atribuya un peso específico de acuerdo a las circunstancias y que de un momento a otro la dejemos ir. Quedarse estancado en el miedo es de los peores errores que se pueden cometer: este paraliza, inhabilita cualquier chance de mejora o salida, para luego enroscarse sobre sí mismo en una maraña de arrepentimiento. Si quieres comenzar a vivir, necesitas perder el miedo y ver más allá de tu cabeza.
Tener miedo a lo desconocido puede ser de gran ayuda, puesto que nos pone en alerta y nos ayuda a protegernos, pero cuando ese miedo se transforma en límite y no permite que tengamos desafíos personales para superarnos, debemos entonces pensar si se trata de un miedo útil o no.
El miedo útil y el inútil
El miedo es una sensación anclada en lo más profundo de nuestro cerebro: el cerebro reptil o primario, es decir las primeras y más antiguas formaciones cerebrales. Estas comprenden las sensaciones más elementales, asociadas a necesidades básicas como hambre, sed y reproducción. El miedo es, en principio, una alerta con la finalidad de protegernos de un peligro que se percibe inminente.
No obstante, el contexto en el que nos desempeñamos no tiene depredadores en cada esquina, prestos a devorarnos, como nos hace pensar nuestro cerebro. Sin embargo, en ese sentido es muy útil para protegernos de amenazas físicas en contextos que lo requieran para vivir. Por otra parte, el miedo se vuelve inútil cuando la fuente de todos los peligros es la propia mente y toda nuestra parálisis responde a una interpretación errónea de la realidad. La sensación de miedo se convierte entonces en un obstáculo más que en una herramienta.
Sal a vivir
Para deslastrarnos de esta sensación de desasosiego abrumadora, existe un sencillo truco. En lugar de decir “me da miedo” cambiarlo por “me gustaría que”. A la hora de elaborar una frase “me da miedo pedir un préstamo” se puede cambiar por “me gustaría pedir un préstamo para hacer un viaje a la India”. Tal modificación en el lenguaje nos hace pensar en positivo y reduce el estancamiento al concentrarse en la meta en lugar de los obstáculos. Vivir sin miedos es imposible, pero reducir la sensación si lo es y más aún comenzar a atrevernos a los desafíos.
Centrarse en el miedo no puede ayudarte a superarlo, el camino correcto es cambiar nuestra manera de ver a través del miedo nuestros propios desafíos. Cuando conseguimos una mirada diferente, es cuando podemos enfocarnos fuera del miedo y poder ver otras posibilidades, sin dejar de tomar precauciones, pero sin tener barreras inútiles que nos impidan vivir.
Redacción: Equipo de Vida Lúcida